Por el ojo de la cerradura – Una reunión con el Presidente

La moneda, segundo piso, primera semana de octubre

En una época que ya se nos torna sepia, a saber, la primera semana de octubre de 2019, la directora de proyecto audiovisual Francesca Nardecchia tuvo una reunión con el Ejecutivo en la Moneda. Con ocasión de lo que iba a ser la cumbre APEC, el equipo para el que ella trabaja estaba encargado del mapping, o proyección a gran escala, de la gala donde se lucirían algunos de los personajes más poderosos del planeta. Hoy nos da un testimonio de cómo es el ambiente en una reunión con Sebastián Piñera, en uno de los escasos lugares que sigue representando al Chile de hace dos meses.

Por Francesca Nardecchia / Redacción El Opositor

Dentro de escasas semanas, mi trabajo iba a ser parte del espectáculo que presenciarían algunos de los que considero como los seres más detestables del mundo. Me refiero a personas del nivel de Donald Trump o Vladimir Putin y a la cumbre APEC. El presidente de la república, Sebastián Piñera, quería conocer personalmente los detalles de dicho espectáculo y por ese motivo fui invitada a una reunión con él, en la Moneda. Era la segunda vez que me reunía con él.

El equipo de trabajo está compuesto por más personas, pero yo fui la escogida para asistir a la reunión, principalmente por dos motivos: primero, yo realicé el guion audiovisual y soy quien más conocía el proyecto; segundo, dos de mis características más notorias son mi juventud y que soy híper carismática, por no decir cara de raja, así que la estrategia era proyectar ante el presidente la imagen de sobrina protegida a la que ante un error no podría evitar tratar con misericordia. De ese modo, a la hora de hacer correcciones y aprobar avances de nuestro trabajo, los objetivos avanzarían con mayor celeridad. Hubo un tercer motivo: que todos estaban más nerviosos que yo.

Es que para decir la verdad, no estaba para nada nerviosa. Ansiosa sí, porque generalmente me pongo ansiosa cuando tengo reuniones con personas que saben más que yo respecto a lo que voy a presentar, y entonces me preparo muchísimo. Aunque en el caso del presidente, estaba segura de que él no sabía nada de realizaciones audiovisuales y mucho menos de mapping.

Fui a la reunión con camisa, chaqueta y zapatillas. Es decir, la ropa que uso normalmente.

Llevaba más de un mes trabajando en el guión audiovisual que debía presentar y me lo sabía de memoria. Como siempre he sido alumna aplicada, y porque donde estudié me enseñaron a diseñar a partir de un fundamento y un propósito, sabía perfectamente que los contenidos de mi guión no estaban ahí por azar. Mi trabajo era ordenado, coherente y, gracias al talento de mi equipo, hermoso.

La noche antes de la reunión me comunicaron que debía llevar una versión impresa de mi presentación. Era una petición expresa del presidente. Estamos en un mundo digitalizado donde un guión audiovisual contiene un 90% de imágenes. Es lo usual y lo más sencillo cuando de principio a fin se trabaja con pantallas; imprimirlo no. Avisar de ese “pequeño detalle” a última hora, tampoco. Exigir que la impresión sea en tiro y retiro, menos. Encontrar en el centro un lugar donde hicieran impresiones en tiro y retiro a color, que atendiera a las ocho y media de la mañana, donde el chico que atendía lograra comprender lo destemplado de la urgencia y luego llegar a la Moneda a las nueve y media, no tenía sentido ni factibilidad. Pero lo logré.

Lo logré y corrí a la Moneda con las setenta páginas impresas. Ahí me esperaba quien era, a la vez, mi cliente y una persona muy cercana a Sebastián Piñera.

La hora señalada, nueve y media, no significaba algo exacto. Simplemente había que llegar temprano a la Moneda y esperar durante un lapso indefinido hasta que el presidente decidiera dedicarnos unos minutos.

El palacio de Gobierno, en su rol de tal, promete salones elegantes y clásicos. En la práctica se veían bastante ordinarios. Mientras estábamos en uno de ellos, hubo muchas personas –que nunca supe quiénes eran– que se nos acercaron a hablarnos sobre la cumbre APEC. Imagino que nuestra presencia ahí, parados, sin hacer nada, los incomodaba de alguna manera.

Pasaba el tiempo, perdiéndose. Siempre me ha parecido una falta de respeto gigante cuando alguien dispone a su antojo del tiempo de otra persona. Y aunque sabía que no había ninguna posibilidad de comenzar mi presentación haciéndole ese comentario al presidente, no me faltaron las ganas.

Por fin entramos a una sala enorme con una mesa enorme. Entró un montón de hombrecitos de terno que nos indicaron dónde debíamos sentarnos. Comencé a conectar mi computador a la pantalla del salón. Cuando estuve lista, todavía pasaron unos veinte minutos antes de que apareciera el mandatario con un par de personas más. Al entrar el presidente, todos se pusieron automáticamente de pie, así que hice lo mismo. Nos saludó a todos con un “buenos días” al aire, sin mirar a nadie, con actitud de que lo estábamos molestando por solicitar su presencia en la reunión. Él, que había exigido nuestra presencia física en esa reunión que no necesitaba ser presencial.

Pasaron unos treinta minutos durante los cuales los hombrecitos de terno fueron interrogados por el presidente sobre temas relacionados con la producción de la APEC. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi presentación no iba a ser fácil. Lo que más me impresionó fue comprobar cómo el presidente les hacía preguntas obvias y nadie, pero nadie, sabía darle una respuesta honesta.

En el salón comenzó a oler a miedo y a ineptitud.

Llegó nuestro turno. Comenzó hablando R., mi cliente. Con calma, hizo una introducción a mi presentación y, cuando por fin me entregó el micrófono, me dirigí al presidente entregándole el documento impreso.

Lo primero que hizo fue sacar de su bolsillo, con un gesto de sus bracitos cortos bajo una mirada severa, una regla plástica verde transparente de quince centímetros y un lápiz bic azul. Comenzó a leer la presentación, ignorando por completo lo que yo había comenzado a explicar.

Fue al final de la primera escena cuando hizo una pausa para dirigirme la mirada por primera vez. Comenzó a explicarme lo que él quería ver en mi guión. Su explicación fue clara, concisa y coherente, tomando en cuenta sus reales intenciones de reunirse con las grandes potencias económicas del mundo. Mi presentación lo consideraba, aunque en una visión muchísimo más poética que la suya. Tuve la seguridad suficiente como para defender algunas cosas que él quería modificar, y él accedió reconociendo que mis consejos tenían valor.

Pero lo que empezaba a parecer una reunión positiva y fluida, en realidad no lo era.

Su forma de expresarse provenía siempre desde el enojo y su tono constante era el de un interrogatorio. Comencé a percibir que había iniciado una negociación donde lo único que buscaba era debilitar mis argumentos y conseguir que al abandonar ese salón me fuera destrozada.

Me esforcé en que eso no sucediera. De hecho, terminé mi presentación diciéndole que durante la próxima reunión sería bueno que se enfocara más en la pantalla que en las hojas impresas, porque las riquezas y detalles de nuestros diseños se apreciaban de manera digital.

Él no dijo nada.

Simplemente se puso de pie. A modo de despedida espetó un nuevo “buenos días” al aire. Así terminó la reunión.

***

Mientras estábamos haciendo la presentación, le habíamos pedido aprobación formal del avance para dar inicio a la producción del mapping. Él había señalado que la aprobación ya existía y que comenzáramos a trabajar cuanto antes. Como la confirmación venía directamente del Ejecutivo, su equipo se relajó y nunca tramitó el contrato ni menos la firma.

En cuanto a nuestro equipo, la fe en lo justo le está jugando en contra. Después de la cancelación de la Apec, es el único proveedor que no tiene contrato firmado y al cual le corresponde un pago porcentual del avance realizado. Pese a la palabra del Ejecutivo, hemos tenido las mayores dificultades para demostrar que nos corresponde un pago por cancelación del proyecto.

Hasta la fecha no hemos recibido un solo peso.