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Estallido social en el Chile Neoliberal III

(Notas a tres semanas del estallido, en los días que se indican)

Mario Garcés D. (1)

Chile en la encrucijada
(jueves 7 de noviembre)

Se cumplen 20 días desde el estallido social del 19 de octubre pasado, generándose, en la actualidad, un verdadero impasse entre la ciudadanía movilizada y el gobierno de Sebastián Piñera.

Sostuve, en un primer artículo el 22 de octubre (2) , que la situación generada por el estallido social chileno desafiaba nuestras categorías de análisis tradicionales, lo que nos inhibe, hasta ahora, sugerir pronósticos de cómo se supera la actual crisis por la que atraviesa la sociedad chilena.

Algunos de los problemas prácticos y conceptuales que nos interpelaban e interpelan son los siguientes:

1.- La sociedad ha sido profundamente transformada en los últimos 50 años, tanto en su economía y su estructura de clases, así como en el Estado y los actores sociales y político, con una visible distancia entre la política tradicional, la institucionalidad y la sociedad. La noción de “clase política” como una suerte de casta o estamento es muy expresivo de estas distancias.

2.- Desde el punto de vista de la clase popular y de los movimientos sociales se han debilitado los movimientos históricos (obrero, campesino y de pobladores) y han emergido nuevos movimientos sociales, que han jugado papeles relevantes en la actual coyuntura: NO más AFP, profesores, feministas, mapuche, movimientos por el agua y los territorios, ambientalistas así como un vigoroso y trasversal “movimiento juvenil”.

3.- Hasta ahora, los actores más movilizados han sido los jóvenes, en registros muy diversos: los secundarios que iniciaron la movilización en las estaciones del Metro, “colectivos”, en especial anarquistas, “capuchas” organizados y espontáneos, estudiantes universitarios, artistas, jóvenes pobladores, profesionales y militantes de diversos partidos de la Izquierda.

4.- La movilización fue comprometiendo crecientemente a los sectores medios y populares en Cabildos muy diversos (desde actores culturales, vecinales hasta el Club Deportivo Colo-Colo) y Asambleas Territoriales en un gran número de poblaciones en Santiago y provincias.

Se inició de este modo un lento proceso de reagrupamiento y re politización (o nueva politización) desde las bases de la sociedad.

5.- Los repertorios de acción han sido especialmente “caceroleos”, marchas, cabildos,asambleas territoriales, actos culturales, concentraciones; así como también, en un registro ambiguo respecto de los actores implicados (tanto agentes del estado como manifestantes), saqueos e incendios de supermercados, cadenas de farmacias y algunas tiendas y multitiendas; ataques a los frontis de bancos, telefónicas, oficinas de AFP, hoteles de lujo, etc.

La ambigüedad con relación al recurso de la violencia, nos enfrenta a serios problemas para el análisis. La cuestión de la “violencia”, ha sido uno de los principales argumentos en contra de las manifestaciones ciudadanas tanto de los medios de comunicación, así como del gobierno y los desorientados sino manipuladores políticos chilenos.

Lo que habitualmente se escabulle es un dato histórico y estructural: el primer y más radical actor de la violencia en Chile es el Estado a través de sus agentes, especialmente Carabineros (bajo estados de excepción, los militares), que dotados de capacidades y medios desproporcionados y letales ejerce daño directo sobre los cuerpos de los ciudadanos. La violencia que ejerce el Estado es siempre asimétrica en contra de ciudadanos pacíficos sin medios para defenderse y cuando lo hacen, los “enfrentamientos” son piedras
–barricadas y a veces, algunas molotov- en contra de carros blindados y carabineros provisto de bombas lacrimógenas y escopetas con perdigones y balines, además de sus armas de servicio. El resultado es el pueblo masacrado -24 muertos en tres semanas-, centenares los heridos y miles los detenidos. El gobierno y las autoridades policiales juegan entonces al “empate” y muestras datos de un alto número de carabineros “lesionados”.

Por otra parte, la distinción entre protestas pacíficas y violentas es también engañosa, ya que, en muchos casos, los propios agentes del estado se encargan de transformar las protestas pacíficas en actos de violencia.

Una segunda perspectiva de análisis de la violencia, un tanto más compleja, se relaciona con el ataque a supermercados, farmacias y otros locales comerciales, que ha comprometido a diversos actores en las distintas fases de la movilización: la espontánea de los primeros días; la de pequeños grupos de jóvenes militantes, la de los narcos y sus soldados que vieron una oportunidad para actuar; pero, la más compleja es la de dudosa procedencia que muestran algunos videos con la policía que “dejó hacer”, o participó de los ataques e incendios. Esta última pareciera ser parte de la estrategia de “guerra” del gobierno, que busca crear un clima de terror para asegurar la gobernabilidad de un gobierno sin recursos políticos para hacer frente a la rebelión ciudadana. Se trata de este modo de otorgar “legitimidad” a la represión, que constituye uno de los pilares en que se sostiene al actual orden estatal heredado de la dictadura.

6.- Estos nuevos actores y dinámicas ciudadanas han puesto en jaque al gobierno de Sebastián Piñera, al persistir en la movilización, que por más de tres semanas desarticuló el sistema de trasporte, el comercio, los servicios públicos, el “orden” de las ciudades y la vida cotidiana de un alto número de chilenos. Carecemos de registro histórico de una movilización popular3 sostenida por tanto días, de manera ininterrumpida y con los efectos indicados.

7.- La principal respuesta del Estado, como hemos adelantado a propósito de la violencia, ha sido la represión, que adquiere nuevas formas, especialmente desde carabineros que detiene, golpea, gasea, lanza agua contaminada y dispara balines y perdigones al cuerpo de los manifestantes. No solo los detenidos y heridos suman por miles, sino que los mutilados superan los 200 con pérdida o daño grave a sus ojos y la visión.

8.- ¿Se prefigura una “dualidad de poderes”? Tal vez, en algunos sentidos, pero no lo suficiente como para producir una definición del conflicto en el corto plazo, en la medida que el pueblo vive su propio proceso de rearticulación, que toma más tiempo que el que facilita la coyuntura. No hay homogeneidad ni correspondencia mecánica entre el “tiempo político” y el “tiempo social”. Se trata de temporalidades diferentes.

Debido a su extensión, puede continuar Leyendo acá

(1) 1 Historiador, Director de ECO, Educación y Comunicaciones.

(2) Estallido social en el Chile neoliberal. En: www.ongeco.cl

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